Llegamos con tiempo a la terminal. Bajamos de la camioneta y tomamos nuestro
equipaje. No era la primera vez que salía del país así que ya sabía el procedimiento y la
rutina. Saqué mis documentos de mi chamarra y comencé a caminar junto a Daniela. Los
tres chicos venían detrás de nosotros y en varias ocasiones se detuvieron para firmar
algún autógrafo o tomarse alguna foto con un fan. Yo trataba de pasar desapercibida y
alejarme cada que a ellos los detenían para que mí gente no me reconociera.
Daniela: –¿Qué escuchas? Eh… ¿Gaby?
Me tocó el brazo ya que yo estaba concentrada en una canción. La miré y me
saqué uno de los audífonos.
Daniela: –¿Qué estas oyendo tan concentrada?
Gaby: –Esto –le mostré el disco de vuelo con la gran rajadura en la tapa– me los dio
Bárbara ayer.
Daniela: –¿Qué? Ah… ya entiendo.
Gaby: –Dijo que Vega se lo pidió.
Daniela sonrió mirándome, luego ambas observamos como Vega se acercaba con
los otros. Ya nuestros equipajes comenzaban a ser llevados a las cintas que los cargarían
al avión y nosotros teníamos que comenzar a abordar. Vega se quedaba detrás para
supervisarnos.
Gaby: –Dani, ¿me puedo sentar contigo?
Daniela: –Claro que sí. Ten –me tendió mi boleto– esté está justo a mi lado.
Le sonreí y tomé el boleto. Comenzamos a abordar al avión y buscamos nuestros
asientos. Gracias al cielo el mío era junto a la ventana. Daniela llegó unos minutos
después y se sentó a mi lado.
Daniela: –¿No es la primera vez que vuelas, verdad?
Gaby: –No, ya he ido a otros lugares.
Daniela: –Bien. A México se dura tres horas, así que creo que te da bastante tiempo –
señalo los discos que todavía llevaba en mis manos.
Gaby: –Que graciosa.
Nos reímos un poco fuerte. Pude notar que Vega nos observó junto a otras
personas que iban cerca y para mi sorpresa, Pablo me miraba. Traté de sonreírle pero
cuando comencé a hacerlo se giró y se volvió a acomodar en su asiento junto a Tomás.
El vuelo fue bastante tranquilo. Pasé aproximadamente dos horas y media
escuchando los discos. Cada vez con más atención en los detalles y los matices de las
canciones. Cada cierto tiempo sentía que me observaban pero cuando levantaba la
mirada nadie miraba hacia donde estaba. Al aterrizar en el aeropuerto esperé a que la
mayoría de personas bajara. Era una manía que tenía de bajar tranquila del avión. Al
llegar afuera, Daniela me esperaba sonriendo.
Daniela: –¡Al fin bajas mujer!
Gaby: –Lo siento.
Daniela: –Vega acaba de marchar al frente con los demás.
Comenzamos a caminar en silencio. En este lugar no me importaba pasar
desapercibida ya que era obvio que nadie me conocía. Me quité las gafas que llevaba y
me solté el cabello.
Gaby: –Dani, ¿puedo hacerte una pregunta?
Daniela: –Claro, ¿que pasa?
Gaby: –¿Dónde nos vamos a quedar?
Daniela: –Vamos a un hotel en la capital. Cómo solo es una semana, entonces no
buscaremos un gran sitio.
Gaby: –¿Y son habitaciones individuales?
Daniela no me respondió enseguida. Me miró con una de esas miradas de las que
ya sabes que la respuesta no te va a gustar. Habíamos llegado a la parte de retiro del
equipaje y note que Pablo Holman tomaba mi maleta.
Daniela: –No Gaby, son habitaciones dobles.
Gaby: –Por tú forma de hablar supongo que me toca con Bárbara.
Daniela asintió y buscó a Vega. Pablo se acercaba a nosotras en silencio y sin
mirarnos. Llegó a donde estábamos y colocó mi maleta frente a mí.
Gaby: –Gracias
Levantó la mano en una especie de señal y se volvió a alejar. Vega pasó junto a él,
hablaron algo y luego los tres chicos se alejaron de la zona.
Daniela: –¿A donde van?
Vega: –Ya sabes, a tomarse un café o algo.
Daniela: –¿Y el transporte no ha llegado, verdad?
Vega: –No Dani, pero Alexa dice que en minutos estará aquí.
Gaby: –¿Alexa?
Vega: –Es mi sobrina. Vive aquí y nos está ayudando con todo esto. Se quedará con
nosotros estos días.
Vega se alejó de nosotras para hacer una llamada. Daniela me preguntó si quería
comer algo a lo que yo le contesté que sí, así que nos dirigimos a la zona de comidas. Al
llegar vimos a los otros tres sentados alrededor de una mesa. Daniela comenzó a caminar
hacia ese lugar. Yo hubiera preferido evitar ir ahí pero no tenía elección así que la seguí.
Daniela: –Chicos, no se pierdan de esa forma.
Tomás: –Tranquila Dani, lo que pasa es que estamos muertos de hambre.
Barbi: –Yo quiero llegar a ese hotel a descansar porque estoy agotadísima.
Daniela: –Ya casi nos vamos Barbi, no desesperes.
Tomamos asiento en la misma mesa. Yo trate de sentarme un poco alejada de ellos
pero junto a Daniela. Coloqué los discos y mi discman en la mesa para sacar algo de
dinero de mi bolso cuando noté que Bárbara miraba fijamente a la mesa. Supongo que no
le gustó en nada el aspecto de la caja del disco Vuelo.
Pablo: –¿Y la camioneta, Dani? ¿No me digas que a Ale se le olvidó solicitarla?
Daniela: –Ya Pablo la llamó. Dice que viene para acá. –me miró a mí– ¿Quieres algo de
tomar Gaby?
Gaby: –Eh… un café estaría bien.
Daniela se alejó dejándome con ellos. Ninguno parecía dispuesto a hablarme. Iba a
comentar algo cuando Tomás se me adelanto.
Tomás: –¿Y creen que nos vaya bien aquí?
Pablo: –Ya te dije que sí güevon. Es un público diferente nada más.
Barbi: –Pero Tommy tiene razón Pablito, aquí apenas están escuchando algunas
canciones de Vuelo.
Pablo: –Yo creo que deberían dejar de preocuparse por eso. Todo va a salir bien.
Tomás: –Pero recuerda que no viene la Nico.
Pablo: –Puta Tomás, ya deja de joder con eso. Ya lo sabemos no tienes porque repetirlo a
cada rato.
Aún no sé si Pablo había detenido esa conversación por mí presencia o porque de
verdad ya estaba harto de escucharla. Vega llegó junto a nosotros en ese mismo instante.
Vega: –¿Ya terminaron de comer? –ellos asintieron, yo en cambio comencé a buscar a
Daniela– ya la camioneta está aquí. Vamos.
Daniela se acercó corriendo con los dos cafés que traía. Colocó el mío en la mesa
y recogió sus cosas. Los chicos comenzaron a levantarse. Yo tomé los discos y mi
discman y me puse de pie. En eso un papel pequeñito en donde yo estaba apuntando
algunas cosas respecto a las canciones se cayó al suelo. Iba a recogerlo cuando una
mano con un tatuaje lo levantaba.
Pablo: –Toma –dijo mirándome por fin a los ojos. No me había percatado hasta ese
momento que eran de un color verde.– se te acaba de caer.
Lo tomé casi temblando y trate de sonreírle como agradecimiento, pero una vez
más se marchaba apenas yo levantaba la mirada.
El viaje hasta el hotel fue bastante tranquilo. Yo me había dedicado a terminar de
escuchar Sobrevive. De vez en cuando levantaba la mirada para ver por el espejo al
frente de la camioneta y me parecía notar que mientras Bárbara y Tomás discutían Pablo
parecía que me observaba pero luego estaba viendo hacia la ventana.
Llegamos al hotel y comenzamos a bajar nuestros equipajes. Los chicos
comenzaron a caminar delante de Daniela. Yo me quedé junto a Pablo Vega esperándolo
cuando escuché la voz de una mujer muy animada. Salía por la puerta del hotel con una
gran sonrisa y se dirigía a los chicos. Ellos la saludaron muy efusivamente abrazándola y
luego esa chica se dirigió a Daniela. Ambas se abrazaron y hablaron algo. Vega comenzó
a caminar y yo junto a él. Llegamos junto a Daniela y la chica animada mientras los otros
entraban al hotel.
–Tío, al fin llegan. Pensé que la camioneta los había extraviado.
Vega: –No digas tonterías Ale. Nos retrasamos un poco, eso es todo.
Alexa: –Bueno, no importa, ya están aquí.
La chica me miró con curiosidad. Sonreí por respeto a lo que ella respondió de la
misma manera. Vega me miró sonriendo.
Vega: –Alexa, ella es Gabriela Villalba.
Alexa: –Así que tú eres Gabriela. Me imaginaba como serías. –me tendió la mano, yo la
tomé– Así que ahora trabajas para nosotros.
Daniela: –Ale, no la asustes de esa forma.
Alexa: –No estoy diciendo mentiras. ¿Eres una Kudai o no?
Gaby: –Eso espero.
Ese comentario hizo reír a los tres, algo que me animó un poco más. Ingresamos al
hotel y Vega fue a la recepción para solicitar nuestras habitaciones. Los otros tres chicos
estaban sentados en una zona alejada y hablaban entre ellos. Alexa se acercó a ellos. Yo
en cambio me quede junto a Daniela.
Daniela: –¿Qué te pareció Ale?
Gaby: –Eh… me parece extraordinaria. Por lo menos no me ha rechazado.
Daniela: –No digas eso Gaby. Nadie te está rechazando.
Gaby: –Si tú lo dices.
Daniela: –Vas a ver que ya aquí todo cambia.
Asentí mientras Vega regresaba junto a nosotras. Los chicos se pusieron de pie y
se acercaron también.
Vega: –Ok, aquí están las llaves de sus habitaciones. Pablo y Tomás –los miró fijamente–
estás son las suyas. –Les entregó un par de llaves. Cada uno tomó una.– Bárbara y
Gabriela estás son las de ustedes –pude ver como Bárbara tomaba la llave sin mirarme.
Yo tomé la mía y sonreí un poco.– Alexa y Dani están en la misma habitación.
Alexa: –Toma Dani, tú llave.
Vega: –Bien, vayan guarden sus cosas y pueden dar una vuelta por el hotel. Nada de salir
a la ciudad a menos que…
Pablo: –Alexa vaya con nosotros, si ya sabemos.
Todos comenzaron a subir. Yo me quedé un momento en el lobby pensando. Ahora
estaba bastante lejos de mi país, con un grupo de personas que acababa de conocer.
Algunos de ellos no me pelaban y cada segundo que pasaba me sentía un poco más mal.
Luego de reflexionar subí en busca de mi recamara. Llegué al pasillo y me topé a Alexa
que caminaba por ahí.
Alexa: –¡Diay Gabriela! No encuentras tu cuarto.
Gaby: –No es eso… Es que me quedé abajo pensando un poco.
Alexa: –¿Sobre todo esto, verdad?
Gaby: –Ajá, a veces no sé si estoy haciendo lo correcto.
Alexa: –Mi tío dice que eres buena. Supongo que ha de tener razón porque él no se
equivoca. Verás que todo saldrá bien.
Le sonreí. Me estaba comenzando a caer bien. Se alejó caminando rápido mientras
yo llegaba a mi recamara. Entré con cuidado y me encontré a Bárbara acomodando sus
cosas en la mesita de noche junto a su cama y el armario. Había dejado espacio para mi
en varios estantes o era lo que yo suponía. Me llamó mucho la atención lo que había
colocado en su cama. Parecía una pequeña lampara. Me preguntaba para qué la traería
en la maleta. Camine despacio y coloqué mis cosas en la cama. Comencé a sacar todo lo
que traía de mi maleta y a acomodarlo. Era incomodo estar en esa habitación con alguien
que no quiere dirigirte la palabra.
Gaby: –¿Puedo colocar esto aquí? –le dije mostrándole unos zapatos tenis que había
traído. Ella me observó un momento y luego asintió.
Pasaron alrededor de treinta minutos hasta que al final ella colocó la lampara en la
mesita de noche y la conectó a la toma de corriente. La encendió. Me llamó la atención
que la luz que emitía era muy débil como para usarla para leer. Luego la apagó. Recogió
algo y se marchó de la habitación. Yo me quedé ordenando más y luego baje a comer. Así
pasé mi primer día en México, completamente sola. Regresé a la habitación cuando ya
estaba anocheciendo y tomé nuevamente los discos para escucharlos. Ya me había
aprendido la mayoría de canciones pero quería que si Vega me hacia una prueba saliera
perfecta. Las horas pasaron y yo seguía pegada del discman con las canciones. El
papelito que había utilizado ya lo había desechado y había tomado una hoja más grande
para los apuntes. Cuando comencé a tener sueño me cambié de ropa y me acosté a
dormir.
No sé cuanto tiempo había pasado pero me despertó el sonido de la puerta al
abrirse. Encendieron la luz y comenzaron a caminar despacio por la habitación. Fingí
estar dormida pero lograba escuchar como Bárbara se cambiaba de ropa. Luego de unos
minutos escuché como encendía la pequeña lampara que tenía en la mesa de noche y
apagaba la luz de la habitación. Me giré para observar que era lo que pasaba y pude
notar a Bárbara dormida y la lampara encendida. La poca luz que producía no afectaba a
nadie pero no dejaba la habitación en penumbra. Me comencé a preguntar para que lo
hacía cuando la respuesta llegó a mi cabeza de un solo golpe. «Le tiene miedo a la
oscuridad» me dije y algo de lastima se metió en mi pecho. Ella era menor que yo, y
supuse que ese miedo lo había tenido desde siempre, ya que cargaba con la lampara.
Era por eso que la maleta que ella usaba era más grande que las otras. Sonreí un poco y
me dispuse a dormir.
–No, no te apagues.
La voz de Bárbara me despertó pero trate de no moverme para que no lo notara.
No se que hora era pero no hacía mucho que me había vuelto a dormir. Abrí un ojo
despacio y logré ver que la habitación estaba completamente a oscuras. Lograba ver la
figura de Bárbara que batallaba con la lampara.
Barbi: –No voy a poder dormir. Puta, justo ahora.
Observé como dejaba la lampara en la mesa y suspiraba. Se volvió hacia el otro
lado en la cama y se subía la cobija hasta la parte de arriba de la cabeza. «Pobrecita»
pensé. Con esté calor no podrá dormir así. Y si le tiene miedo a la oscuridad menos.
Esperé unos minutos a ver que pasaba. Lograba escucharla sollozar un poco. Pensé
decirle en que se levantara y encendiera la luz, que a mi no me afectaba dormir así. Como
nada pasaba y sabía que ella no se iba a levantar para no molestarme, decidí hacerlo yo.
Despacio y sin hacer mucho ruido me levanté y me dirigí al interruptor. Lo presioné y la luz
de la habitación se encendió. Miré a Bárbara y noté que ella no bajaba la cobija de su
cabeza. Suspiré un poco y regresé a mi cama. Me acomodé bien y me giré dándole la
espalda a Bárbara. Al poco tiempo escuche como ella se acomodaba en su cama y
supuse que me estaba observando. Fingí dormir para no perturbarla y al ratito escuché
como ella se quedaba dormía plácidamente
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