Regresamos bien entrada la madrugada al hotel. Daniela había perdido la noción
del tiempo que llevábamos en aquel lugar y cuando se percató de lo tarde (o temprano,
depende de como lo veamos, ji ji) que era nos casi que obligó a salir del lugar. Yo había
pasado un gran rato bailando con Tomás y Bárbara por lo que no había notado nada pero
cuando regresamos a la mesa a recoger las cosas me percaté de que Pablo no estaba
ahí. Solo Alexa se encontraba cuidando nuestras pertenencias.
Gaby: –¿Y Pablo?
Tomás: –Apuesto a que él güevon está en la camioneta.
Barbi: –Que raro el abuelo.
Gaby: –¿Abuelo?
Barbi: –A Pablito no le gusta mucho esta onda de fiestas y reventones. Es un abuelo para
tener la edad que tiene.
Tomás: –Ese güevon prefiere quedarse encerrado todo un día pensando en la nada antes
de divertirse.
Gaby: –¿Entonces por qué vino?
Tomás y Bárbara se encogieron de hombros y recogieron sus cosas para salir.
Alexa me miraba fijamente, luego salió detrás de ellos. Yo me esperé un momento a que
Daniela recogiera algo y salí acompañándola. Efectivamente, Pablo estaba en la
camioneta oyendo la radio. No se como podía escuchar algo con el escándalo que había
alrededor pero estaba oyendo la radio.
Alexa: –Señorito Pablo Holman ya nos podemos ir.
Pablo: –Ok, perfecto.
Alexa: –Gaby, ¿puedes irte adelante? Ocupo hablar algo con Dani y quiero recostar mi
espalda en estos asientos.
Gaby: –¿Y Pablo conoce el camino de regreso?
Pablo: –Sube Gaby, no me voy a perder.
Me sonrió para que subiera junto a él. Alexa en realidad parecía muy sospechosa
porque desde que se sentó no abrió la boca para nada y menos para hablar el “asunto
importante” que quería hablar con Daniela. Regresábamos del lugar al hotel y podía
observar a Daniela apuntando algo en una agenda o libro que llevaba. Me giré
completamente para ver a los demás y me pareció tierna la escena de Tomás y Bárbara.
Los dos venían casi dormidos, Tomás recostado al vidrio de la ventana y Bárbara
recostada en el pecho de él. Alexa también traía los ojos cerrados. Me volví a acomodar
en el asiento para mirar al frente.
Pablo: –¿Cómo te fue con ellos?
Observé a Pablo. Iba concentrado en la carretera pero parecía un poco cansado.
Paró en una intersección con semáforo en rojo, aunque del otro lado no venía ningún
auto. Es más, la ciudad parecía desolada a esas horas. Me miró sonriendo.
Gaby: –Bueno, creo que bien.
Pablo: –¿Crees? ¿No te hablaron?
Gaby: –Sí, ya me hablaron ambos pero… no sé.
Pablo: –¿Piensas que fue por compromiso?
Gaby: –Un poco. Incluso…
Pablo: –¿Incluso piensas que yo lo hago por compromiso?
Asentí despacio y con un poco de vergüenza. Qué estaba pensado yo. Pablo había
ido a hablar conmigo no porque lo obligaran. Comenzó a conducir de nuevo.
Pablo: –Puedo jurarte que no es ningún compromiso para mi hablarte, y creo que para el
Tomás y la flaca tampoco.
Gaby: –Es que…
Pablo: –Entiendo que estés confundida. Te hemos tratado un poco de la patada los tres
en estos dos días. Pero te aseguro que ya eso pasó.
Gaby: –¿Tú crees?
Pablo: –Mira Gaby. No somos malas personas. Estamos en una situación un tanto
complicada y… –iba a contestarle– ya sé que me vas a decir que lo entiendes, pero
mírame –así lo hice– te aseguro que a partir de ahora todo va a ser diferente.
Volví a asentir cuando escuche un leve ronquido en la parte de atrás. Me gire y por
la ubicación supuse que había sido de Tomás. Daniela me miraba fijamente y seguía
anotando cosas.
Llegamos al hotel y yo fui la primera en bajar. Escuché como Pablo golpeaba un
poco la camioneta para que los otros se despertaran. Incluso escuché una palabrota en
boca de Alexa por ese detalle. Bajaron como zombies caminando medio dormidos a
excepción de Daniela que venía riendo de verlos. Pablo me abrazó para entrar al hotel.
Ese abrazo hacia que me sintiera reconfortada y segura. Cada quién se fue a sus
habitaciones y yo junto a Bárbara nos preparamos para dormir. Me cambié de ropa, me
metí a la cama y cerré los ojos por lo cansada que estaba cuando escuché a Bárbara
presionar el interruptor de la lampara.
Barbi: –Puta, se me había olvidado que ya no sirve. ¿Gabriela?
Gaby: –Mmmm
Barbi: –¿Crees que…?
Gaby: –Tranquila Bárbara, deja la luz encendida, no me molesta. Ah… y puedes llamarme
Gaby no hay problema en eso.
Barbi: –Gracias… Gaby.
Gaby: –Buenas Noches… Barbi
Bárbara sonrió y se metió en la cama. Se dio la vuelta dándome la espalda y a los
pocos segundos la escuché dormir. Yo en cambio me quede pensando en el día tan
extraño que había tenido. En la tarde juraba que me iban a odiar por lo mal que lo hice en
el programa pero ahora, ellos me estaban tratando como una más del grupo. ¿Qué había
pasado entonces?
Cuatro fuertes golpes en la puerta me despertaron. Abrí los ojos un tanto asustada
por el sonido. Bárbara también se había despertado y miraba a la puerta con un poco de
miedo.
Vega: –A ver señoritas, arriba que es tarde y tienen que desayunar para irnos.
Daniela: –Pablo no las despiertes así que deben…
Vega: –Yo no tengo la culpa de que se vayan de fiesta y se les olvide volver temprano.
Las dos voces se alejaron. Me acomodé en la cama y subí mi cobija hasta mi
barbilla. Me sentía agotadísima. Quería dormir más.
Barbi: –¿Gaby, que hora es?
Miré el reloj que llevaba en mi brazo izquierdo y que no me había quitado antes de
dormir por lo agotada que estaba.
Gaby: –Mierda, son las seis y media.
Barbi: –¿Qué? ¿Por qué tan temprano?
Gaby: –No lo sé. ¿A qué hora regresamos del antro?
Barbi: –Creo que como a las cuatro de la madrugada.
Cerré mis ojos y pude escuchar como Bárbara se quedaba nuevamente dormida.
No se cuanto tiempo pasó cuando escuché un nuevo golpe en la puerta.
Pablo: –Flaca, Gabitah, apresúrense o Vega va a volver a subir y les botará la puerta.
Abrí los ojos. Había escuchado bien. Pablo me había llamado Gabitah. Sonreí
animada y miré mi reloj.
Gaby: –Puta, Barbi despierta. Son las siete treinta.
Me levanté de la cama y comencé a mover a Bárbara para despertarla. Cuando
abrió un ojo me alejé, busqué mi ropa y me dirigí a la ducha. Me bañe como en dos
minutos y cuando regresé a la habitación, Bárbara seguía durmiendo.
Gaby: –Barbi, levantáte que ya es tarde.
Le tiré el secador de pelo y el golpe la despertó. Me miró un poco asustada y
enojada mientras se pasaba la mano por la pierna que le había golpeado.
Barbi: –Puta Gaby, para la próxima tírame algo más suave.
Gaby: –Para la próxima, el que te va a tirar algo va a ser Vega. Se supone que
deberíamos estar bajando a desayunar.
Bárbara bajó de la cama de un salto y como yo, corrió a la ducha a darse un baño.
Yo me secaba el cabello y trataba de alisarlo un poco cuando escuché la puerta. Me
preparé para oír el grito de Vega pero no sucedió. Volvieron a golpear la puerta así que
me levanté y abrí despacio.
Pablo: –Pensé que ya habían bajado.
Gaby: –Barbi está en la ducha.
Pablo: –Eso supuse, otro atraso más, así que les subí el desayuno.
Pablo traía una bandeja con un poco de alimentos. Fruta fresca, pan y mermelada,
un poco de café, leche, crema y jugo de naranja. Me separé de la puerta para dejarlo
entrar. Colocó la bandeja en la cama de Bárbara mientras yo cerraba la puerta y me
quedaba observándolo.
Gaby: –¿Por qué?
Pablo: –Vega está hecho un demonio en el restaurante porque ni ustedes dos ni el
güevon de Tomás han aparecido para el desayuno y dice que a las ocho y media como
mucho tenemos que estarnos yendo.
Gaby: –¿A donde? ¿No me digas que otra presentación?
Pablo: –No te preocupes Gaby –se me acercó y me tomó la mano– no es otra
presentación. Solo es una entrevista en una estación de radio.
Gaby: –Ah… –no sabía que decir, esos ojos que me estaban mirando me estaban
poniendo nerviosa.
La puerta del cuarto de baño se abrió. Pablo me soltó y regresó a la cama para
servirnos el desayuno. Bárbara apareció en la habitación con el pelo completamente
alborotado. Soltó un grito al ver a Pablo.
Barbi: –¡Ah! Puta Pablo, ¿que haces aquí?
Pablo: –Buenos días flaca. Vine a ahorrarles un sermón de media hora sobre
responsabilidades y les traje el desayuno. ¿Café o jugo Gaby?
Gaby: –Jugo, gracias.
Pablo: –Por cierto Barbi, lindo peinado.
Barbi: –Que gracioso Pablito. Pásame la secadora que está a tu lado. Pero no me la tires
como hizo Gaby ahora.
Pablo: –¿Que Gaby te tiró la secadora? Bien hecho, ya teníamos hartas ganas el Tomás y
yo de hacerlo.
Me comencé a reír porque Bárbara tomó la secadora y amenazó a Pablo con darle
un golpe. Pablo terminó de servirnos el desayuno y salió de la habitación para ir a hablar
con Vega. Bárbara se terminaba de arreglar mientras se comía una tajada de pan y yo me
quedé pensando en lo extraña que me sentía. Estaba contenta. No me sentía como los
dos días anteriores, me sentía diferente, nueva.
Escuchamos otro golpe en la puerta y pensé que era Pablo que había dejado algo
así que me levanté y abrí. Tomás entró apresuradamente y cerró detrás de él.
Gaby: –¿Qué pasa Tommy?
Tomás me miró un poco sorprendido. Seguro le llamó la atención el diminutivo que
utilicé en su nombre. Sonrió y se separó de la puerta.
Tomás: –Vega está echando chispas hasta por los codos. No pude entrar a desayunar.
Barbi: –Porque se enojará tanto si todavía tenemos tiempo.
Tomás: –No creo que sea por eso. Creo que debe ser por haber llegado tan tarde.
Gaby: –O temprano querrás decir.
Tomás: –O temprano, muy cierto Gaby.
Se sentó en la cama y se sirvió unos cuantos panes que Pablo había preparado
para Bárbara. Comenzó a comerlos despacio.
Barbi: –Puta Tomás, ese es mi desayuno.
Tomás: –Hay muchos Barbi, comparte un poco.
Barbi: –Tú nunca compartes nada, ¿por qué yo sí?
Tomás: –Porque eres una gran amiga.
Comencé a reír y eso hizo que los otros dos también rieran. La puerta volvió a
sonar y Tomás casi se cae de la cama. Me asomé por el visor que hay en la puerta y pude
ver a Pablo en el pasillo. Le abrí para que entrara.
Pablo: –Güevon, no creas que te vas a salvar de la sermoneada. –lo dijo mientras lo
señalaba.
Tomás: –¿Y solo yo?
Pablo: –Alexa ya intervino por la flaca y por Gaby.
Tomás: –Já que graciosa.
Barbi: –Pablito, ¿sabes porqué está tan molesto Vega?
Gaby: –¿Fue por la salida de ayer?
Pablo: –Ojalá fuera por eso. Está puteado por una llamada que recibió cuando yo llegaba
al restaurante.
Barbi: –¿Una llamada? ¿Podría ser…?
Tomás: –¿Crees que haya sido la Nicole?
Pablo negó con la cabeza e instintivamente me miró. Yo trataba de mantenerme al
margen de la conversación.
Pablo: –No sé si era de la disquera o era Gus, uno de los dos.
Barbi: –¿Cómo puedes estar tan seguro de eso Pablito?
Pablo: –Por el tono de voz, por las palabras y por la cara que tenían Ale y Dani.
Tomás: –Primero Nico, ahora Gus, que güeva la verdad.
Tomás y Bárbara siguieron desayunando en silencio. Pablo tomó un pedazo de
manzana que había en la bandeja. Yo me terminé mi jugo de naranja y me giré para
verme en el espejo. Pablo se acercó por detrás y me miró por el reflejo.
Pablo: –Creo que mejor bajamos. La camioneta llegó hace un buen rato.
Barbi: –¿Y adonde vamos?
Pablo: –Estación de radio, firma de autógrafos, tarde libre.
Gaby: –¿Así tan específico?
Pablo: –Así me lo dijo Dani.
Tomás: –Hasta las ganas se me quitaron con lo de esa llamada.
Pablo: –No pienses en eso güevon. Tal vez yo me equivoco.
Barbi: –Eso espero. Vamos Gaby.
Asentí despacio y acompañe a Bárbara al pasillo seguida de Tomás y de Pablo que
cerró con llave la habitación. Llegamos al lobby y pude notar como Vega se paseaba de
lado a lado con una cara de pocos amigos que no le había visto hasta ahora. Daniela y
Alexa nos esperaban sentadas cerca de la puerta principal. Cuando nos reunimos con
ellos, Vega abandonó el hotel y se dirigió a la camioneta sin decirnos nada. Daniela y
Alexa nos sonrieron y lo siguieron.
Barbi: –Está bastante molesto.
Tomás: –Puta, es como la tercera vez que lo veo así en siete años.
Gaby: –¿Y le dura mucho el enojo?
Barbi: –Espero que no, sino será un día para olvidar
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